El día 28 de junio se conmemoró el Día Mundial del Árbol con el objetivo principal de relevar la enorme importancia que tienen los árboles en la vida de los seres humanos y el medio ambiente, considerando que existe una creciente necesidad de crear conciencia sobre el cuidado de los bosques y ecosistemas terrestres, de los cuales el árbol y demás recursos vegetacionales son parte esencial. Ese día fue instaurado por el Congreso Forestal Mundial, realizado en la ciudad de Roma el año 1969 y validado por la FAO en 1971.

Los árboles, arbustos y hierbas son fundamentales porque sostienen la vida del planeta y en tiempos de amenazas por el cambio climático constituyen el principal agente de captura el dióxido de carbono (CO2) y de liberación de oxigeno (O2) a la atmosfera, proceso vital para mantener el equilibrio de la existencia en la Tierra. Además son quienes proporcionan beneficios, como sombra, contribuyen al mejoramiento del recurso hídrico, a detener la erosión del suelo y el avance de la desertificación, a regular la temperatura ambiental, son una fuente de provisión de alimentos y de calefacción y, muy importante, forman parte de ambientes para la vida de otras especies, especialmente de fauna.

Entre los usos ancestrales de los árboles, hay dos especies que forman parte del sustento de vida de dos pueblos originarios: la queñoa de altura para el pueblo Aymara y el alerce para el pueblo Mapuche, en el espacio que habita la identidad territorial Huilliche.

Queñoa
La queñoa, queñua o queñoa de altura (Polylepis tarapacana), o también conocida en lenguaje común como queñoa del altiplano, queñoa de Tarapacá, quinua, kewiña o qiñwa, es una especie endémica de hojas perenne que habita en las cumbres andinas de Sudamérica Tropical hasta los 5.200 metros sobre el nivel del mar.

De tiempos inmemoriales hasta la actualidad, esta especie ha sido una fuente vital para el pueblo Aymara con variados usos que se han mantenido como parte del conocimiento tradicional, que se funda en una concepción de reciprocidad “Ayni” y espiritualidad “Ajayu” con la naturaleza, para el mantenimiento de la vida y los ecosistemas, principalmente vinculados al nacimiento de vertientes de agua.

Entre los principales usos está la construcción de viviendas tradicionales, formando parte del soporte de las estructuras a través de vigas para refugios o techumbres que sirven como asentamientos estacionales para la trashumancia, que se da como parte del pastoreo realizado entre diferentes territorios. Tradicionalmente, las comunidades recolectan leña seca de los árboles muertos de queñoa, los que les permite calefaccionar y preparar sus alimentos. Otro de sus usos que se da hasta la actualidad sobre esta especie es el medicinal, donde sus hojas y corteza son empleadas para el tratamiento de enfermedades que hoy conocemos como reumatismos, presión arterial y combatir las afecciones respiratorias, entre otros. También se realiza el teñido de lanas, obteniendo del hervor de su corteza los tonos de color café. Sin embargo, el uso más relevante y de profunda significación es el religioso, en el que se utiliza el follaje en ceremonias para pedir por el equilibrio y fecundidad de la tierra “Pachamama”. El año 2008, la queñoa fue declarada especie en Categoría de Conservación Vulnerable, bajo DS Nº 51/2008 del Ministerio Secretaría General de la Presidencia.

Alerce
Conocido como lahuán, lahuén o lawal (Fitzroya cupressoides), su crecimiento es extremadamente lento de 1 cm. de diámetro cada 15 a 20 años. Es debido a esto que puede llegar a vivir hasta los 4.000 años con una altura entre los 40 y 55 metros, transformándose así en una de las especies más longevas del planeta. Crece entre Valdivia y Chiloé, tanto en la cordillera de la Costa como de los Andes. Es un árbol que prefiere los terrenos poco profundos, húmedos y estar rodeado de otras especies como el coigüe, ñirre, tepu, canelo. Es una conífera de hojas perennes, perteneciente al bosque siempre verde, de corteza medianamente gruesa y rojiza. En 1976, mediante DS N° 490, fue declarada Monumento Natural.

Desde la perspectiva ancestral, las comunidades Mapuche-Huilliche siempre utilizaron al alerce de manera sostenible, junto a las demás especies asociadas su ecosistema, lo que permitió, en tiempos prehispánico, que se conviviera en equilibrio y existiera una robusta conservación de su entorno. Los Huilliche lo utilizaron de diversas formas, como fue la elaboración de utensilios, la construcción de viviendas, la elaboración de herramientas y armas de defensa. Además, se utilizaba como un excelente aislante natural, utilizándolo como estopa que se obtenía de la corteza para calafatear los botes. El uso medicinal era y sigue siendo de gran importancia para distintos tipos de dolencias: la corteza interna se emplea para mejorar el estado anímico y la claridad mental para una mejor comunicación, las hojas y la resina se usan para disminuir dolores, inflamación y la cicatrización de heridas. Algunos Lawentuchefes (especialistas en medicina tradicional Mapuche), para mejorar los problemas respiratorios utilizan pedazos de maderas antiguas, semillas y los conos del árbol en preparaciones que se han transmitido de generación en generación, ocupando las hojas para producir ungüentos caloríficos que son hervidos y aplicados en las articulaciones afectadas por el frío. Asimismo, la sudoración de las hojas se empleaba como endulzante natural.

El Día Mundial del Árbol es una gran oportunidad para reflexionar sobre el rol de los árboles, de los recursos vegetacionales en general y de los ecosistemas que estos conforman, relevando el hecho que nuestras vidas y nuestro bienestar futuro dependen de ellos, como también depende el bienestar de las culturas ancestrales que han vivido en forma armónica por miles de años con la naturaleza.

La importancia de los árboles para los pueblos originarios es de tal magnitud que los Pehuenche (gente del pehuén), por ejemplo, plantean que sin la araucaria, como pueblo y su cultura dejarían de existir como tal.

1 julio, 2020

El día 28 de junio se conmemoró el Día Mundial del Árbol con el objetivo principal de relevar la enorme importancia que tienen los árboles en la vida de los seres humanos y el medio ambiente, considerando que existe una creciente necesidad de crear conciencia sobre el cuidado de los bosques y ecosistemas terrestres, de los cuales el árbol y demás recursos vegetacionales son parte esencial. Ese día fue instaurado por el Congreso Forestal Mundial, realizado en la ciudad de Roma el año 1969 y validado por la FAO en 1971.

Los árboles, arbustos y hierbas son fundamentales porque sostienen la vida del planeta y en tiempos de amenazas por el cambio climático constituyen el principal agente de captura el dióxido de carbono (CO2) y de liberación de oxigeno (O2) a la atmosfera, proceso vital para mantener el equilibrio de la existencia en la Tierra. Además son quienes proporcionan beneficios, como sombra, contribuyen al mejoramiento del recurso hídrico, a detener la erosión del suelo y el avance de la desertificación, a regular la temperatura ambiental, son una fuente de provisión de alimentos y de calefacción y, muy importante, forman parte de ambientes para la vida de otras especies, especialmente de fauna.

Entre los usos ancestrales de los árboles, hay dos especies que forman parte del sustento de vida de dos pueblos originarios: la queñoa de altura para el pueblo Aymara y el alerce para el pueblo Mapuche, en el espacio que habita la identidad territorial Huilliche.

Queñoa
La queñoa, queñua o queñoa de altura (Polylepis tarapacana), o también conocida en lenguaje común como queñoa del altiplano, queñoa de Tarapacá, quinua, kewiña o qiñwa, es una especie endémica de hojas perenne que habita en las cumbres andinas de Sudamérica Tropical hasta los 5.200 metros sobre el nivel del mar.

De tiempos inmemoriales hasta la actualidad, esta especie ha sido una fuente vital para el pueblo Aymara con variados usos que se han mantenido como parte del conocimiento tradicional, que se funda en una concepción de reciprocidad “Ayni” y espiritualidad “Ajayu” con la naturaleza, para el mantenimiento de la vida y los ecosistemas, principalmente vinculados al nacimiento de vertientes de agua.

Entre los principales usos está la construcción de viviendas tradicionales, formando parte del soporte de las estructuras a través de vigas para refugios o techumbres que sirven como asentamientos estacionales para la trashumancia, que se da como parte del pastoreo realizado entre diferentes territorios. Tradicionalmente, las comunidades recolectan leña seca de los árboles muertos de queñoa, los que les permite calefaccionar y preparar sus alimentos. Otro de sus usos que se da hasta la actualidad sobre esta especie es el medicinal, donde sus hojas y corteza son empleadas para el tratamiento de enfermedades que hoy conocemos como reumatismos, presión arterial y combatir las afecciones respiratorias, entre otros. También se realiza el teñido de lanas, obteniendo del hervor de su corteza los tonos de color café. Sin embargo, el uso más relevante y de profunda significación es el religioso, en el que se utiliza el follaje en ceremonias para pedir por el equilibrio y fecundidad de la tierra “Pachamama”. El año 2008, la queñoa fue declarada especie en Categoría de Conservación Vulnerable, bajo DS Nº 51/2008 del Ministerio Secretaría General de la Presidencia.

Alerce
Conocido como lahuán, lahuén o lawal (Fitzroya cupressoides), su crecimiento es extremadamente lento de 1 cm. de diámetro cada 15 a 20 años. Es debido a esto que puede llegar a vivir hasta los 4.000 años con una altura entre los 40 y 55 metros, transformándose así en una de las especies más longevas del planeta. Crece entre Valdivia y Chiloé, tanto en la cordillera de la Costa como de los Andes. Es un árbol que prefiere los terrenos poco profundos, húmedos y estar rodeado de otras especies como el coigüe, ñirre, tepu, canelo. Es una conífera de hojas perennes, perteneciente al bosque siempre verde, de corteza medianamente gruesa y rojiza. En 1976, mediante DS N° 490, fue declarada Monumento Natural.

Desde la perspectiva ancestral, las comunidades Mapuche-Huilliche siempre utilizaron al alerce de manera sostenible, junto a las demás especies asociadas su ecosistema, lo que permitió, en tiempos prehispánico, que se conviviera en equilibrio y existiera una robusta conservación de su entorno. Los Huilliche lo utilizaron de diversas formas, como fue la elaboración de utensilios, la construcción de viviendas, la elaboración de herramientas y armas de defensa. Además, se utilizaba como un excelente aislante natural, utilizándolo como estopa que se obtenía de la corteza para calafatear los botes. El uso medicinal era y sigue siendo de gran importancia para distintos tipos de dolencias: la corteza interna se emplea para mejorar el estado anímico y la claridad mental para una mejor comunicación, las hojas y la resina se usan para disminuir dolores, inflamación y la cicatrización de heridas. Algunos Lawentuchefes (especialistas en medicina tradicional Mapuche), para mejorar los problemas respiratorios utilizan pedazos de maderas antiguas, semillas y los conos del árbol en preparaciones que se han transmitido de generación en generación, ocupando las hojas para producir ungüentos caloríficos que son hervidos y aplicados en las articulaciones afectadas por el frío. Asimismo, la sudoración de las hojas se empleaba como endulzante natural.

El Día Mundial del Árbol es una gran oportunidad para reflexionar sobre el rol de los árboles, de los recursos vegetacionales en general y de los ecosistemas que estos conforman, relevando el hecho que nuestras vidas y nuestro bienestar futuro dependen de ellos, como también depende el bienestar de las culturas ancestrales que han vivido en forma armónica por miles de años con la naturaleza.

La importancia de los árboles para los pueblos originarios es de tal magnitud que los Pehuenche (gente del pehuén), por ejemplo, plantean que sin la araucaria, como pueblo y su cultura dejarían de existir como tal.

1 julio, 2020